Guionista y escritor. El creador de 'Watchmen' confirma a 'Público' que no quiera saber nada de la adaptación al cine de su cómic, pero sí de su nueva novela mágica
Faltan 20 días para que se cumpla la peor pesadilla de Alan Moore (Northampton, 1953). El 6 de marzo es el estreno mundial de la adaptación cinematográfica de Watchmen, el cómic que escribió entre 1986 y 1987, y que marcó un punto y aparte en la historia del medio. Los superhéroes nunca fueron tan humanos, ni tan mezquinos y el cómic dejó de ser visto como entretenimiento de niños y frikis. Con Moore el cómic se hizo mayor y, a cada nuevo título, el barbudo de Northampton fue arriesgando narrativa e ideológicamente, bajo la filosofía de que "todo lo bueno en la vida nace de un salto al vacío". Ahora, tras haber llevado al cómic la historia de Jack el Destripador (From Hell), de haber reinventado La cosa del pantano, y mitos como Promethea, Moore poco quiere saber de la industria del cómic.Una voz afable y profunda suena al otro lado del teléfono, después de un día escribiendo un nuevo capítulo de su novelaJerusalem, que parte del célebre poema de William Blake. Moore alarga una conversación fijada en media hora a una de dos horas y media, y echa pestes de la película de Watchmen, habla de cine con algún que otro apunte que su mujer Melinda Gebbie hace a su mastodóntica memoria, charla con intensidad de magia, la vida y la muerte, y de la nueva entrega de La liga de los hombres extraordinarios.
¿No tiene la más mínima curiosidad por ver la película de Watchmen?
Todo el asunto está totalmente mal pensado. La única razón por la que hicimos Watchmen fue para probar nuevas formas de usar el cómic como medio. Estábamos inventando técnicas narrativas en el género, cosas que sirvieran para expandir lo que los cómics pudieran hacer. Queríamos buscar otras maneras de contar.
"Cumplí los 40 años y les dije a mis amigos que me haría mago"
¿Independiente de las narrativas del cine?
Totalmente independiente. Respeto a gente como Will Eisner, que fue pionero en trasladar las técnicas de narración cinematográfica al cómic, pero así los cómics serían sólo películas que no se mueven. Creímos que era hora de buscar elementos que fueran únicos para los cómics. Cosas que sólo ellos pudieran hacer. Eso es lo que tenía en la cabeza cuando escribí Watchmen. Y bueno sí, cuenta una historia interesante, con personajes fantásticos. Pero, sobre todo, trata sobre el género del cómic de superhéroes y lo que estábamos haciéndole.
¿Eso fue lo que le dijo a Terry Gilliam cuando quiso hacer una adaptación de Watchmen?
"Jerusalem es mi libro más ambicioso: tiene 750.000 palabras"
Efectivamente. Cuando me encontré con Terry en los ochenta me preguntó cómo veía yo transformar Watchmen en película. Le dije que no lo veía, que nunca estuvo pensado para ser un filme. Y creo que Terry, un hombre sabio, lo vio también así. Un defecto de nuestra cultura es transformar cosas que funcionan perfectamente en un medio a otro donde no funcionan tan bien.
¿Está en contra de cualquier adaptación?
Como regla general, sí. Pero, hace unas noches Melinda (Gebbie) y yo vimos The Innocents (1961), la película, con Deborah Kerr, que es una adaptación de Otra vuelta de tuerca, de Henry James. Es tan fiel a la historia y tan maravillosa, que te hace pensar que, a veces, puede funcionar. Hace tiempo, cuando la industria del cine era más reverencial con los trabajos que adaptaba, podía salir bien. Pero aún pienso que los mejores filmes son los que se han hecho sólo para cine.
¿Qué cine le gusta?
Mankiewicz es uno de mis guionistas favoritos. Escribió Eva al desnudo, que adoro. Otro es Nicholas Roeg. Sus filmes han tratando de ensanchar los márgenes del lenguaje cinematográfico. Me acuerdo de Insignificance, de Performance. Eso es lo que quiero: gente que esté tratando de expandir el medio en el que trabajan.
Una vez escribió un guión, Fashion Beast, ¿alguna vez se ha sentido tentado de llevarlo a cabo?
Nunca tuve interés en escribir un guión para cine, ni siquiera en aquel momento. En realidad, quise probarme como escritor. Además, lo hice porque me lo propuso Malcolm McLaren, y yo estaba muy interesado en conocerlo. El guión estaba inspirado en La Bella y la Bestia, de Cocteau. Fue un ejercicio divertido. Pero no sentí la tentación de escribir otro, y desde luego, no para Hollywood.
Está escribiendo un nuevo volumen de La liga de los hombres extraordinarios, ¿qué nos puede contar?
Se llama Century. Saldrá en tres partes, cada una de 80 páginas. Cada historia es independiente, pero funcionan también como un todo. La liga está presente en tres momentos convulsos en un rango de 100 años. La primera parte pasa en 1910, tenemos a la liga investigando a un grupo ocultista, vinculado con la novela Moonchild, de Aleister Crowley; la segunda sucede en 1969 en medio del Swinging London. Y la tercera es la que estoy escribiendo ahora y ocurre en 2009. Arranca en un campo militar británico en Kamar, que es un país ficticio de Oriente Próximo. La ligase ha convertido en el vehículo en el que puedo hacer casi cualquier cosa. Kevin (ONeill) y yo estamos muy contentos.
Los escritores de cómics son hoy más influyentes de lo que eran en la época en que empezó. ¿Cómo se relaciona con la fama?
Cuando empecé a trabajar en cómics era la profesión más oscura del mundo. No había algo así como un escritor de cómics famoso
Ni existía el concepto de novela gráfica.
¡Desde luego que no! En seguida me di cuenta de que no se me daba tan bien dibujar, así que me decidí a escribir. Y lo único que quería era escribir las mejores historias que pudiera. Cuando ya había escrito un buen número de historietas de ciencia ficción, quise abrirme a series más extensas. Nunca hice caso a la atención que mi trabajo estuviera generando. Lo que me interesaba era que los editores me dieran cancha libre. Cuando me empecé a dar cuenta de que hacia la mitad de los ochenta el negocio de los cómics, y yo mismo, estaba en el camino de convertirse en un fenómeno pop, me aparté. Nunca quise ser famoso. Nunca he considerado que el concepto de celebridad fuera valioso. Por eso nunca abandoné Northampton. Aquí la gente está acostumbrada a verme.
La novela en la que está trabajando está centrada en Northampton, ¿qué puede contarnos?
Jerusalem es el libro más ambicioso que me he propuesto nunca. Y creo que es uno de los más ambiciosos que se hayan hecho. Estoy intentando volcar la totalidad de mi universo en esta historia, que es muy larga: unas 750.000 palabras. Es la historia del área donde nací y crecí, en Northampton, una zona obrera y pobre, pero cuya historia se remonta al siglo IX. Parte de la historia de este país y, desde luego, la de esta ciudad, pasa por la zona insignificante donde crecí.
¿Por qué una novela?
Tomé la decisión de escribirla cuando me decidí a parar mis relaciones con la industria del cómic. En 2006, más o menos. Me quité un enorme peso de los hombros. Este fue el tiempo en que me declaré a Melinda, y en que decidí que iba a iniciar una nueva etapa en mi carrera de escritor, con una segunda novela. No estaba seguro de qué iba a ser. Pensé, incluso, en escribir algo para niños
¿Por qué no lo hizo?
Porque la literatura infantil se estaba convirtiendo en aquel momento en una moda.
¿No le gustan las tendencias?
Soy justo lo contrario a un seguidor de la moda. Además, cumplí 50 años y mi percepción cambió
¿En qué sentido?
Algo que ver con las matemáticas de la vida. Cuando tienes 50 años, estás más allá de la mitad de tu vida: te queda menos de lo que tienes a tus espaldas. Empiezas a pensar en cosas como la mortalidad. Decidí pensar seriamente sobre estos temas y ver a qué conclusiones llegaba. Empecé a rondar la idea a la que ya había llegado Nietzsche.
Explíquese, explíquese.
Básicamente, el espacio/tiempo es una masa sólida de cuatro dimensiones, algo que Einstein y Stephen Hawkings sugieren, donde cada momento está suspendido en ese sólido, sin cambiar, sin moverse y para siempre. Eso incluye todos los momentos que forman nuestras vidas. Bajo esa idea, estamos viviendo nuestras vidas para siempre.
Y ¿qué es la muerte?
Es una ilusión. El paso del tiempo, tal y como lo entiendo, es una ilusión de movimiento y de cambio, como en el cine. Nuestras vidas son narraciones que siempre están ahí.
¿Relaciona esto a través de su interés por la magia y el ocultismo?
La magia es inclusiva. Originalmente fue una ciencia del todo. Creo que el nacimiento de la conciencia, del arte, del lenguaje fueron simultáneas al de la magia. Necesitamos tratar de entender el mundo con todas sus mitologías, su arte, sus economías, sus políticas. Y, más importante, debemos entender dónde estamos. Al entender Northampton, entiendo el resto del mundo. Para entender el universo, intenta entender la calle dónde vives. Sí, supongo que eso son aportes mágicos que estoy incorporando a Jerusalem.
¿Cuándo fue su primer contacto con la magia?
Cuando cumplí 40 años decidí hacer algo dramático. Reuní a mis amigos y en vez de tener la típica y aburrida crisis de la mediana edad, decidí asustarlos diciéndoles que me iba a convertir en mago. En ese momento no tenía idea de lo que podía implicar aquello.
Y ahora, ¿qué puede decir sobre aquella decisión? ¿Le ha cambiado artísticamente?
En aquel momento le dije a mis amigos: si veis que me vuelvo loco, y la única manera de juzgarlo es ver si la calidad de mi trabajo empeora, avisadme. Y ha sucedido todo lo contrario: la magia me ha dado más claridad y me ha vuelto más productivo y más consciente de mi proceso creativo. Me ha dado la confianza para meterme en algo tan complicado como Jerusalem.
Pero el interés ya estaba ahí, por ejemplo en From Hell o Prometea.
Ya tenía un interés instintivo por la filosofía del ocultismo. Como escritor he tomado lo oculto como referencia e inspiración para mis cómics desde hace años, pero nunca me lo había tomado tan en serio. Me echaba para atrás la gente que suele vincularse con la magia: parecen estar llenando un vacío emocional. Para mí, la magia es la poesía y todas las artes. La escritura y la poesía son las principales formas de magia, porque es un fenómeno lingüístico. Aleister Crowley fue el que dijo que es una enfermedad del lenguaje. La palabra inglesa spell significa conjurar o hacer un hechizo y también deletrear o escribir. Mantengo que el arte es magia y que escribir es un acto mágico.
¿Es ficción y realidad la misma cosa?
Creo que nunca vemos directamente la realidad. Lo que hacemos es escribir nuestras vidas. Estamos componiendo las percepciones que recibimos, estamos tomándolas e hilándolas en una historia. Así que editamos esa historia (la nuestra) todo el tiempo. La realidad es una experiencia tremendamente ficcional. No creo que tengamos opción de elegir si vivimos o no en una ficción, la opción es en la ficción de quién queremos vivir
Lo ha desarrollado en V de Vendettae_SSRq o en Watchmen, donde hay una ficción impuesta por el sistema.
Hay gobiernos por todo el mundo que tratan de convencernos de vivir en sus ficciones. El gran acto mágico es decidir si vas a vivir en tu propia ficción, si vas a encargarte de escribirte una mejor historia.
Y ¿usted tiene miedo a algo?
Cuando mi madre murió de cáncer, me impresionó su falta de alboroto. Me inspiró. El miedo y el terror te hacen menos capaz de hacer cualquier cosa. No puedo pensar en nada que me aterrorice, aunque el diseño de vestuario de la película de Watchmen esté bastante cerca.
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